EL DOLOR O SUFRIMIENTO ANTE LA BIBLIA
El
dolor es una experiencia sensorial y emocional, generalmente
desagradable, que pueden experimentar todos aquellos seres vivos que
disponen de un sistema
nervioso central.
Ademas Dolor
es un término que procede del latín y que señala una sensación
molesta, aflictiva y por lo general desagradable en el cuerpo
o el espíritu. Puede tratarse, por lo tanto, de una experiencia
sensorial y objetiva (el dolor físico) o emocional y subjetiva.
El
sufrimiento es la sensación motivada por cualquier condición que
someta a un sistema
nervioso
al desgaste. El sufrimiento puede ser por causas físicas o
emocionales (psicológicas) y siempre es consciente, El
sufrimiento es el padecimiento,
la pena
o el dolor
que experimenta un ser vivo. Se trata de una sensación, conciente o
inconsciente, que aparece reflejada en padecimiento, agotamiento o
infelicidad.
El
sufrimiento afecta tanto a los justos como a los injustos. Aflige a
víctimas inocentes. Para muchas personas, este hecho inquietante es
difícil de reconciliar con la idea de un Dios justo e inteligente.
¿Cuál es la respuesta? ¿Por qué el sufrimiento es algo
indiscriminado? ¿Por qué no les sobreviene solamente a aquellos que
lo merecen? ¿Por qué los inocentes sufren por acciones y sucesos
que no pueden controlar y con frecuencia no pueden prevenir? Por
siglos pensadores y filósofos han analizado este tema, pero no han
sido capaces de encontrar una respuesta adecuada.
Examinemos
las causas del sufrimiento con una perspectiva bíblica. La Palabra
de Dios es la clave que puede ayudarnos a descubrir las razones por
las que la gente sufre. Jesucristo nos dice que parte de su misión
es ofrecernos vida abundante (Juan 10:10). Refiriéndose a Dios, en
Salmos 16:11 se habla de que hay “delicias a tu diestra para
siempre”. La Biblia también nos revela cómo Dios va a aligerar
nuestras cargas, Mateo 11:28 "Venid
a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar." Y
cómo un día vendrá el descanso para todo el mundo. Aún más,
también nos habla de una época en la que el sufrimiento
desaparecerá por completo.Pero Jesús entendió que el sufrimiento
es parte de la vida humana. A sus discipulos les recordó: “En el
mundo tendréis aflicción . . .” Juan 16:33.
El
sufrimiento aflige al rico y al pobre, al religioso y al incrédulo,
al pequeño y al grande. En esta vida todos lo experimentamos en una
forma u otra. Tal pareciera que las enfermedades y otros problemas de
salud afectan a la mayoría de las personas en algún momento. En el
pasado, enfermedades comunes causaron inmenso sufrimiento. Pero a
pesar de los adelantos de la ciencia médica, En las naciones más
pobres, el sufrimiento y la muerte por enfermedades que se pueden
prevenir causan gran miseria y desesperación.
Las
guerras son responsable de gran parte del sufrimiento mental y físico
en nuestro mundo. Nada hay que reduzca al hombre a la brutal crueldad
más rápidamente que la guerra, y el hombre siempre ha estado en
guerra contra su seme- jante. Hace unas pocas décadas los
historiadores Will y Ariel Durant escribieron que en 3421 años de
historia escrita, “tan sólo 268 no han visto la guerra” (The
Lessons of History [“Lecciones de la historia”]. Las guerras no
sólo causan muertes y heridas incapacitantes en el campo de
batalla, sino que produce gran tristeza, destruye familias y causa
pobreza. Siembra semillas de enemistad que perduran por siglos. Jesús
profetizó que antes de su regreso ocurrirá el período de
sufrimiento más grave que haya existido, debido en gran parte a la
guerra (Mateo 24:6, 21-22).
El
sufrimiento es peor en las naciones más pobres y en vías de
desarrollo. En algunos países la lucha más grande de la gente es
por conseguir lo necesario para comer. La revista Current Events
resalta el hecho de que el hambre nunca termina: “Aproximadamente
800 millones de personas —la mayoría de ellas niños— sufren de
los efectos de una hambre constante” y “cada día mueren 35000
niños a consecuencia de condiciones que están directamente
relaciona- das con una dieta insuficiente”.La incompetencia
política, la corrupción, la guerra y el rápido crecimiento de la
población agotan las reservas alimenticias de tal manera que hay
hambre o desnutrición.
Jesús
dijo en Mateo 26:11: “Porque siempre tendréis pobres con vosotros,
mas a mi no siempre me tendreis ”. Esto desafortunadamente es
cierto no tan sólo en las zonas de pobreza en África, Asia y
Latinoamérica, sino virtualmente en todo el mundo. La existencia de
la pobreza y la desnutrición es algo trágico, y más cuando sabemos
que esta clase de sufrimiento es evitable . El hambre y las
enfermedades son males que van a empeorar, aun en el caso de que se
logren tomar medidas exitosas a corto plazo. Jesús profetizó una
época de dificultades en “el fin del siglo” (Mateo 24:3), que
incluirá una hambruna mundial. Profetizó que habría “pestes, y
hambres, y terremotos en diferentes lugares” (Mateo 24:7). Aunque
las guerras acaparan los titulares, el número de muertes causadas
por los conflictos armados es relativamente pequeño en comparación
con los que mueren a consecuencia de las enfermedades. Según algunos
cálculos, tan sólo en África el sida mata 10 veces más personas
que todas las que mueren por la guerra en todo el mundo. .
Cuando
Jesucristo vivió en este mundo hace 2000 años, vio este cuadro de
miseria. Fue testigo de las súplicas de los leprosos, de las viudas
necesitadas y de las personas con trastornos mentales graves. Él
reaccionó compasivamente aliviando la miseria.
La
preocupación y la compasión de Jesús fueron evidentes cuando lloró
abiertamente a medida que se aproximaba a Jerusalén por última vez
(Lucas 19:41-44). El Anticipaba la angustia que la guerra traería
sobre su amada ciudad y sus habitantes, despues de su partida en el
año 70 d.C., cuando un alzamiento judío provocaría que los
ejércitos romanos ocuparan la ciudad, con sus terribles
consecuencias. Jesus proclamó: Isaias 61:1 “El Espíritu del Señor
está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los
pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a
pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en
libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18). Estas promesas todavía no
se han cumplido para toda la humanidad, pero Dios nos asegura que
acabará con el sufrimiento en general durante el reinado milenario
de Cristo, y que finalmente lo borrará por completo (Apocalipsis
21:4).
¿Por
qué un Dios amoroso permite el sufrimiento?
Muchas
personas creen que si Dios en verdad es un Dios de amor y de
misericordia, debería sentirse obligado por su propio carácter y
principios a impedir el sufrimiento en el mundo. Esto nos lleva a una
pregunta muy interesante: ¿Por qué Dios no interviene para impedir
el sufrimiento?
El
mal que Dios permite, y las tragedias que decide no impedir, lleva a
muchos a dudar de su sabiduría, su bondad y aun de su existencia
misma. Algunos ateos citan la realidad de la existencia del mal como
su carta de triunfo en los debates acerca de la existencia de Dios.
Julian Huxley, biólogo y escritor inglés, opinaba que la existencia
del mal “es un desafío al carácter moral de Dios” (Religion
Without Revelation [“Religión sin revelación”], 1957). Huxley
concluyó que no existía ni revelación divina ni Revelador divino.
¿Por qué permite Dios el mal? Cualquiera que haya sentido algún
dolor o haya experimentado alguna tragedia se lo ha preguntado.
Teólogos, filósofos, historiadores y científicos han discutido el
tema.
Muchos
suponen que Dios interviene furiosamente para castigarnos en el
momento en que nos salimos de la línea, cuando la realidad es que
generalmente nos permite sufrir las consecuencias de nuestro
comportamiento egoísta e irreflexivo (ver Jeremías 2:19; 10:23).
La mayoría de las personas no reconocen que Dios no tiene que
intervenir directamente cada vez que pecamos; las leyes espirituales
que puso en vigencia tienen el poder para castigarnos cuando las
violamos; _ Los historiadores se han enfrentado a la aparente
contradicción de un mundo creado por Dios pero repleto de maldad.
Según el historiador Arnold Toynbee, “una de las conclusiones que
han sacado los espectadores humanos de la maldad moral del universo
es que esta cámara de horrores no puede ser hechura de ningún Dios”
(A Study of History [“Estudio de la historia”]. Toynbee reconoció
que gran parte del sufrimiento del mundo es causado por el gobierno
de los tiranos.
Las Escrituras nos
muestran que Dios puede reemplazar a los hombres impíos (Daniel
2:21), pues humilló y destronó al rey Nabucodonosor de Babilonia,
el monarca más poderoso de su época. La autoridad de Nabucodonosor
era de tal magnitud que “a quien quería mataba, y a quien quería
daba vida” (Daniel 5:18-19). Sin embargo, Dios lo humilló y le
quitó completamente su poder durante siete años.
Tal
vez lo más difícil de entender acerca del sufrimiento es cuando
éste llega y no sabemos por qué. Debemos entender que hay tragedias
que pueden ocurrir sin que podamos prevenirlas, ni controlarlas. En
tales circunstancias las Escrituras nos exhortan a orar, a pedirle a
Dios que quite o que alivie un poco el problema o que nos ayude a
afrontar la dificultad y sacar provecho de ella. En su sabiduría,
nuestro Creador no siempre nos da la respuesta que queremos. Es raro
que nos revele la razón específica de las decisiones que toma. Sin
embargo, siempre tiene buenas razones. Por ejemplo, Dios liberó al
apóstol Pablo de muchas dificultades, pero al menos en una ocasión
no lo hizo, a pesar de las súplicas de Pablo (2 Corintios 12:7-10).
En esa ocasión su respuesta a Pablo fue: “Bástate mi gracia;
porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. En ese caso,
fortalecer un aspecto espiritual de la perspectiva de Pablo o de su
carácter era más importante que su bienestar físico. Este ejemplo
debe ayudarnos a entender que la perspectiva de Dios es distinta de
la nuestra (Isaías 55:8-9; 2 Pedro 3:8).
Necesitamos
estar conscientes de que Dios nos ha prometido no probarnos más allá
de lo que podemos resistir (1 Corintios 10:13). Pablo nos dio un
ejemplo extraordinario. Simplemente confió en la sabiduría de Dios
y decidió con- tinuar haciendo la labor que lo había llamado a
hacer.
Si
estamos abrumados por el sufrimiento y Dios no nos lo quita
—especialmente cuando las circunstancias se escapan de nuestro
control— debemos seguir el consejo sabio que nos da Pedro: “De
modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus
almas al fiel Creador, y hagan el bien” (1 Pedro 4:19).
Tenemos libertad para manejar nuestro automóvil
descuidadamente o después de haber bebido demasiado, libertad para
llenar de toxinas nuestro medio ambiente, libertad para comer sin
cuidar nuestra salud. Cada uno de nosotros tiene esta libertad, y lo
mismo ocurre con todos nuestros semejantes. Todas nuestras acciones
—y las de ellos— tienen consecuencias. La libertad para escoger
es un regalo maravilloso, pero también nos impone una gran
responsabilidad que no hemos cumplido muy bien, como lo evidencia
nuestro mundo doliente. Aquellos que resultan heridos o muertos en
accidentes o en desastres naturales, con frecuencia son víctimas
inocentes. No todo el sufrimiento es consecuencia de la desobediencia
personal o de un comportamiento irresponsable de la persona que
sufre. Aun en los Diez Mandamientos Dios nos recuerda que las
consecuencias de nuestras acciones erróneas pueden afectar a
nuestros descendientes por varias generaciones (Éxodo 20:5).
Con
frecuencia, la causa específica de cierto sufrimiento no puede ser
explicada, al menos no en esta vida. A veces lo mejor que podemos
hacer es explicarlo según el concepto que en la Biblia se menciona
como “tiempo y ocasión” (Eclesiastés 9:11). Aunque Dios no es
quien causa los accidentes, tampoco se dedica a gobernar la vida de
cada ser humano hasta el punto de impedir toda desgracia. Pablo nos
dice que “. . . vemos por espejo, oscuramente” (1 Corintios
13:12). En esta vida nunca enten- deremos completamente algunas
cosas; sólo las entenderemos en el mundo venidero.
Al
pecar, Adán escogió apartarse de Dios, y desde entonces el resto de
la humanidad ha seguido el mismo camino. Por haber comido del arbol
de la ciencia del bien y el mal, luego el hombre cree tener la
sabiduria de elegir sin la ayuda de Dios ; “Por tanto, como el
pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte,
así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”
(Romanos 5:12). Como Dios le explicó a la antigua nación de Israel,
la libertad de escoger es esencial para el desarrollo de un carácter
justo (Deuteronomio 30:15-19). Sin la libertad de escoger, no
seríamos más que robots, con nuestra conducta programada de
antemano o dictada en todos sus detalles por una fuerza externa tan
poderosa como Dios mismo.Pero esto no es lo que Dios quiere.
Él tiene expectativas diferentes porque tiene un propósito más
grande para nosotros. Quiere que escojamos obedecerle desde el fondo
de nuestro corazón. Quiere que amemos y valoremos sus principios y
sus caminos, los cuales están basados en dos principios
fundamentales: amarlo a él con todo nuestro corazón, y amar a
nuestros semejantes tanto como nos amamos a nosotros mismos (Mateo
22:35-40).
Una
de las consecuencias de la decisión que la humanidad tomó de vivir
contrariamente a las instrucciones de Dios, es que el mundo está a
merced de los caprichos del “tiempo y ocasión”, y de las
acciones de otros. Este patrón prevalecerá hasta que Jesucristo
regrese a establecer el Reino de Dios en la tierra. Entonces el mundo
entero será lleno del conocimiento de Dios y de sus justas leyes
(Isaías 11:9). Finalmente, toda la humanidad podrá vivir en un
mundo justo y recto.
El
papel que desempeña Satanás en el sufrimiento humano
En
muchos grupos sociales no está de moda creer en Satanás; y aunque
para la mayoría el existe, no lo consideran como un ser vivo
literalmente. Para muchas personas el “diablo” no es más que una
metáfora de la inhumanidad del hombre para con su prójimo, o un
símbolo de la maldad en general.
No
obstante, en la Biblia se presenta a Satanás como a un ser real, un
poderoso ser espiritual que puede hacer mucho daño. Y puesto que
tantas personas no creen en un diablo real, tampoco reconocen el
papel que desempeña en el sufrimiento humano. En la Biblia se nos
revela claramente la magnitud del poder y la influencia de Satanás.
El apóstol Juan nos dice que el diablo Apocalipsis 12:9 “Y
fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama
Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la
tierra y sus ángeles fueron arrojados con él.”;
su engaño de la humanidad es la causa principal de la angustia y la
desgracia que ago- bian a nuestro mundo. bajo el maligno” ( 1
Juan 5:19). Y cuando el apóstol Pablo escribió que “el dios de
este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les
resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo”, El se
referia a Satanás (2 Corintios 4:4).
El
apóstol Pedro les advirtió a los cristianos que su adversario “el
diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”
(1 Pedro 5:8). En la parábola del sembrador y la semilla, Jesús
dijo que tan pronto como a muchas personas se les expone el mensaje
de Dios, “en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se
sembró en sus corazones” (Marcos 4:15). Este malévolo ser, ciega
a la humanidad para que no reciba el consuelo, el estímulo, las
promesas y la liberación que provienen de la verdad de Dios. A lo
largo de la historia la influencia del diablo ha llevado al hombre a
satisfacer sus apetitos físicos de una manera ilegal e inmoral.
Utilizó sus artimañas con éxito en el huerto del Edén y desde
entonces su estrategia ha funcionado maravillosamente.
Jesús
dijo que el diablo “ha sido homicida desde el principio” (Juan
8:44). Su propósito siempre ha sido hacernos la vida miserable y,
finalmente, destruirnos. Es destructivo por naturaleza, y quienes
cometen actos destructivos lo siguen sin saberlo. _ En Apocalipsis
9:11 se le llama el “ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es
Abadón, y en griego, Apolión”. Estos nombres significan
“destrucción” y “destructor” respectivamente. A diferencia
de Dios, quien es el creador y dador de la vida, Satanás es por su
propia naturaleza asesino y destructor. Al leer estos pasajes podemos
darnos cuenta de que Satanás ejerce un tremendo poder sobre la
humanidad. Dios, sin embargo, establece límites al poder e
influencia que el diablo puede ejercer entre los hombres (Job 1:12;
2:6). Dios no permitirá que Satanás impida el cumplimiento de su
plan maestro de salvación para la humanidad. Siendo nuestro Padre y
“Señor del cielo y de la tierra” (Mateo 11:25).
Dios
diseñó a los seres humanos de tal forma que pudieran tomar
decisiones. Sin embargo, nunca hemos aprendido a tomar decisiones que
siempre sean sabias y bien informadas. No hemos aprendido a manejar
efectivamente nuestras emociones, motivaciones y deseos, ni tampoco
la influencia que todo esto ejerce en nuestras decisiones. Dios había
colocado dos árboles en el jardín. Uno era el árbol de la vida y
el otro era el árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis
2:9). Dios le dijo a Adán que podía tomar del primero, pero que no
debía tomar del segundo. “De todo árbol del huerto podrás comer;
mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque
el día que de él comieres, ciertamente morirás” ( 16-17).
Como
se nos explica en el Apocalipsis, el árbol de la vida simbolizaba la
obediencia a Dios (Cristo); que finalmente nos conduciría a la vida
eterna (Apocalipsis 2:7; 22:1-2). El otro árbol —el del
conocimiento del bien y del mal— representaba el rechazo del camino
de Dios. Esta elección conduciría finalmente a la muerte.
Eva,
al ser tentada por la serpiente, ejerció el libre albedrío de una
manera imprudente, y fue engañada (2 Corintios 11:3). Dejó que su
percepción humana le desviara de la obediencia a las instrucciones
de Dios. Aunque el apóstol Pablo nos dice que Adán no fue engañado
(1 Timoteo 2:13-14), permitió que su esposa lo persuadiera para que
la acompañara en su desobediencia a Dios (Génesis 3:17).
Elegir
entre las bendiciones y las maldiciones
Cerca
de 2500 años después de Adán y Eva, Dios les ofreció a los
israelitas un descanso real del sufrimiento. Comenzó a trabajar con
ellos mientras estaban todavía en esclavitud en Egipto. Prometió no
sólo liberarlos de la esclavitud, sino darles además la oportunidad
de ser una nación que otras querrían imitar (Deuteronomio 4:5-8).
Como
parte de su pacto con Dios, ellos tendrían que obedecerlo (Éxodo
19:5). Les dio instrucciones acerca de los preceptos fundamentales de
su ley espiritual y eterna: los Diez Mandamientos (Éxodo 20;
Deuteronomio 5). Les dio leyes y estatutos adicionales, los cuales
encontramos especialmente en los cinco libros escritos por Moisés
(el Pentateuco). _ Dios les dio a elegir entre la vida y la muerte ,
la bendición y la maldición...Desgraciadamente, Israel desobedeció y
tuvo que afrontar las consecuencias de miseria que Dios le había
advertido. Entre éstas estaban catástrofes agrícolas, pobreza,
problemas familiares, falta de salud, crímenes y violencia, derrotas
militares e incluso el cautiverio. Después de varios siglos en que
los israelitas ejercieron su libertad de elección —durante los
cuales eligieron continuamente rechazar los caminos de Dios y hacer
las cosas a su manera— fueron sometidos nuevamente al cautiverio.
Podemos ver que el origen de muchas tragedias y mucho sufrimiento han
sido nuestras acciones y decisiones humanas. En un mundo con libertad
de elección, algunas decisiones necesariamente nos conducen a
resultados nefastos y dolorosos.
Muchas
personas reconocen la realidad del dicho: “Todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará”, pero no saben que esto lo dice la
Biblia (Gálatas 6:7). Hace miles de años uno de los amigos de Job
—no ajeno al sufrimiento— dijo que aquellos “que aran iniquidad
y siembran injuria, la siegan” (Job 4:8).
Cuando
analizamos el fenómeno del sufrimiento, podemos aprender mucho si
seguimos las circunstancias hasta encontrar su causa. _ Proverbios
22:3 nos exhorta a que reflexionemos acerca de las consecuencias que
tendrán nuestras acciones a largo plazo: “El prudente ve el
peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las
consecuencias”; Las naciones y los individuos sufren mucho debido
a la ignorancia y a la desobediencia a las mismas leyes espirituales
que Israel desobedeció. Los mandamientos de Dios son preceptos
vivos, con aplicación universal, que cuando se obedecen traen
beneficios y cuando se desobedecen traen castigo. Las Escrituras nos
dicen que aquellos que aman la ley de Dios tienen “mucha paz”
(Salmos 119:165), pero el camino del impío y del infiel es muy
difícil (Proverbios 13:15).
Como
no podemos evitar todo el sufrimiento, debemos tener en mente que
puede en ocasiones producir buenos resultados. Es más fácil
soportar el dolor cuando lo vemos como un desafío que cuando
pensamos que es una maldición insoportable. Claramente, la Biblia
enseña que la adversidad puede producir buenos resultados. Aunque
Jesús fue el Hijo de Dios, “por lo que padeció aprendió la
obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna
salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:8-9). Dios
nos revela que el sufrimiento tiene un propósito muy noble: Debe
ayudarnos a crecer en amor fraternal. “Sobrellevando los unos las
cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas
6:2). Cuando nuestra preocupación fluye hacia otros, el sufrimiento,
por indeseable y doloroso que sea, puede ser una experiencia
provechosa. Aprendemos la verdad de que “ninguna disciplina al
presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da
fruto apaci- ble de justicia a los que en ella han sido ejercitados”
(Hebreos 12:11).
No
estamos diciendo que debemos sufrir lo que podemos evitar. Pero si no
podemos evitarlo, necesitamos aprender a hacer frente al sufrimiento
y, si es necesario, aceptarlo. Si no aprendemos a hacer esto,
nuestras dificultades pueden convertirse en problemas mayores, si
como resultado de la ansiedad que generan tomamos decisiones que
alteren completamente nuestra vida. La Biblia nos dice que Dios
permite el sufrimiento porque tiene un propósito divino. Los
cristianos saben que nuestro Salvador, Jesucristo, sufrió y murió
por nosotros y debemos seguir sus pisadas, incluyendo el sufrimiento
(1 Pedro 2:21). _ Jesús soportó la agonía y murió para que Dios
pudiera perdonarnos nuestros pecados y darnos vida eterna, durante la
cual reinaremos con Cristo (Apocalipsis 5:10). Saber esto puede
ayudarnos a afrontar mejor los problemas que tengamos en la vida. _
Pablo nos recuerda que “si sufrimos, también reinaremos con él”
(2 Timoteo 2:12). Cristo va a regresar a la tierra para gobernar y,
al final, poner fin a toda tristeza y sufrimiento. Fundamentalmente,
el evangelio fue un mensaje de buenas noticias acerca del Reino de
Dios (Marcos 1:14-15), el cual Jesucristo establecerá a su
regreso....y debemos de Perseverar en la Fe que es la gracia regalo
de Dios.... Tu hermano de siempre Hector Peguero.