miércoles, 8 de octubre de 2014

EL  DOLOR  O  SUFRIMIENTO  ANTE  LA  BIBLIA

El dolor es una experiencia sensorial y emocional, generalmente desagradable, que pueden experimentar todos aquellos seres vivos que disponen de un sistema nervioso central. Ademas Dolor es un término que procede del latín y que señala una sensación molesta, aflictiva y por lo general desagradable en el cuerpo o el espíritu. Puede tratarse, por lo tanto, de una experiencia sensorial y objetiva (el dolor físico) o emocional y subjetiva.
El sufrimiento es la sensación motivada por cualquier condición que someta a un sistema nervioso al desgaste. El sufrimiento puede ser por causas físicas o emocionales (psicológicas) y siempre es consciente, El sufrimiento es el padecimiento, la pena o el dolor que experimenta un ser vivo. Se trata de una sensación, conciente o inconsciente, que aparece reflejada en padecimiento, agotamiento o infelicidad.

El sufrimiento afecta tanto a los justos como a los injustos. Aflige a víctimas inocentes. Para muchas personas, este hecho inquietante es difícil de reconciliar con la idea de un Dios justo e inteligente. ¿Cuál es la respuesta? ¿Por qué el sufrimiento es algo indiscriminado? ¿Por qué no les sobreviene solamente a aquellos que lo merecen? ¿Por qué los inocentes sufren por acciones y sucesos que no pueden controlar y con frecuencia no pueden prevenir? Por siglos pensadores y filósofos han analizado este tema, pero no han sido capaces de encontrar una respuesta adecuada.
Examinemos las causas del sufrimiento con una perspectiva bíblica. La Palabra de Dios es la clave que puede ayudarnos a descubrir las razones por las que la gente sufre. Jesucristo nos dice que parte de su misión es ofrecernos vida abundante (Juan 10:10). Refiriéndose a Dios, en Salmos 16:11 se habla de que hay “delicias a tu diestra para siempre”. La Biblia también nos revela cómo Dios va a aligerar nuestras cargas, Mateo 11:28 "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar." Y cómo un día vendrá el descanso para todo el mundo. Aún más, también nos habla de una época en la que el sufrimiento desaparecerá por completo.Pero Jesús entendió que el sufrimiento es parte de la vida humana. A sus discipulos les recordó: “En el mundo tendréis aflicción . . .” Juan 16:33.
El sufrimiento aflige al rico y al pobre, al religioso y al incrédulo, al pequeño y al grande. En esta vida todos lo experimentamos en una forma u otra. Tal pareciera que las enfermedades y otros problemas de salud afectan a la mayoría de las personas en algún momento. En el pasado, enfermedades comunes causaron inmenso sufrimiento. Pero a pesar de los adelantos de la ciencia médica, En las naciones más pobres, el sufrimiento y la muerte por enfermedades que se pueden prevenir causan gran miseria y desesperación.
Las guerras son responsable de gran parte del sufrimiento mental y físico en nuestro mundo. Nada hay que reduzca al hombre a la brutal crueldad más rápidamente que la guerra, y el hombre siempre ha estado en guerra contra su seme- jante. Hace unas pocas décadas los historiadores Will y Ariel Durant escribieron que en 3421 años de historia escrita, “tan sólo 268 no han visto la guerra” (The Lessons of History [“Lecciones de la historia”]. Las guerras no sólo causan muertes y heridas incapacitantes en el campo de batalla, sino que produce gran tristeza, destruye familias y causa pobreza. Siembra semillas de enemistad que perduran por siglos. Jesús profetizó que antes de su regreso ocurrirá el período de sufrimiento más grave que haya existido, debido en gran parte a la guerra (Mateo 24:6, 21-22).
El sufrimiento es peor en las naciones más pobres y en vías de desarrollo. En algunos países la lucha más grande de la gente es por conseguir lo necesario para comer. La revista Current Events resalta el hecho de que el hambre nunca termina: “Aproximadamente 800 millones de personas —la mayoría de ellas niños— sufren de los efectos de una hambre constante” y “cada día mueren 35000 niños a consecuencia de condiciones que están directamente relaciona- das con una dieta insuficiente”.La incompetencia política, la corrupción, la guerra y el rápido crecimiento de la población agotan las reservas alimenticias de tal manera que hay hambre o desnutrición.
Jesús dijo en Mateo 26:11: “Porque siempre tendréis pobres con vosotros, mas a mi no siempre me tendreis ”. Esto desafortunadamente es cierto no tan sólo en las zonas de pobreza en África, Asia y Latinoamérica, sino virtualmente en todo el mundo. La existencia de la pobreza y la desnutrición es algo trágico, y más cuando sabemos que esta clase de sufrimiento es evitable . El hambre y las enfermedades son males que van a empeorar, aun en el caso de que se logren tomar medidas exitosas a corto plazo. Jesús profetizó una época de dificultades en “el fin del siglo” (Mateo 24:3), que incluirá una hambruna mundial. Profetizó que habría “pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares” (Mateo 24:7). Aunque las guerras acaparan los titulares, el número de muertes causadas por los conflictos armados es relativamente pequeño en comparación con los que mueren a consecuencia de las enfermedades. Según algunos cálculos, tan sólo en África el sida mata 10 veces más personas que todas las que mueren por la guerra en todo el mundo. .
Cuando Jesucristo vivió en este mundo hace 2000 años, vio este cuadro de miseria. Fue testigo de las súplicas de los leprosos, de las viudas necesitadas y de las personas con trastornos mentales graves. Él reaccionó compasivamente aliviando la miseria.
La preocupación y la compasión de Jesús fueron evidentes cuando lloró abiertamente a medida que se aproximaba a Jerusalén por última vez (Lucas 19:41-44). El Anticipaba la angustia que la guerra traería sobre su amada ciudad y sus habitantes, despues de su partida en el año 70 d.C., cuando un alzamiento judío provocaría que los ejércitos romanos ocuparan la ciudad, con sus terribles consecuencias. Jesus proclamó: Isaias 61:1 “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18). Estas promesas todavía no se han cumplido para toda la humanidad, pero Dios nos asegura que acabará con el sufrimiento en general durante el reinado milenario de Cristo, y que finalmente lo borrará por completo (Apocalipsis 21:4).

¿Por qué un Dios amoroso permite el sufrimiento?

Muchas personas creen que si Dios en verdad es un Dios de amor y de misericordia, debería sentirse obligado por su propio carácter y principios a impedir el sufrimiento en el mundo. Esto nos lleva a una pregunta muy interesante: ¿Por qué Dios no interviene para impedir el sufrimiento?
El mal que Dios permite, y las tragedias que decide no impedir, lleva a muchos a dudar de su sabiduría, su bondad y aun de su existencia misma. Algunos ateos citan la realidad de la existencia del mal como su carta de triunfo en los debates acerca de la existencia de Dios. Julian Huxley, biólogo y escritor inglés, opinaba que la existencia del mal “es un desafío al carácter moral de Dios” (Religion Without Revelation [“Religión sin revelación”], 1957). Huxley concluyó que no existía ni revelación divina ni Revelador divino. ¿Por qué permite Dios el mal? Cualquiera que haya sentido algún dolor o haya experimentado alguna tragedia se lo ha preguntado. Teólogos, filósofos, historiadores y científicos han discutido el tema.
Muchos suponen que Dios interviene furiosamente para castigarnos en el momento en que nos salimos de la línea, cuando la realidad es que generalmente nos permite sufrir las consecuencias de nuestro comportamiento egoísta e irreflexivo (ver Jeremías 2:19; 10:23). La mayoría de las personas no reconocen que Dios no tiene que intervenir directamente cada vez que pecamos; las leyes espirituales que puso en vigencia tienen el poder para castigarnos cuando las violamos; _ Los historiadores se han enfrentado a la aparente contradicción de un mundo creado por Dios pero repleto de maldad. Según el historiador Arnold Toynbee, “una de las conclusiones que han sacado los espectadores humanos de la maldad moral del universo es que esta cámara de horrores no puede ser hechura de ningún Dios” (A Study of History [“Estudio de la historia”]. Toynbee reconoció que gran parte del sufrimiento del mundo es causado por el gobierno de los tiranos. Las Escrituras nos muestran que Dios puede reemplazar a los hombres impíos (Daniel 2:21), pues humilló y destronó al rey Nabucodonosor de Babilonia, el monarca más poderoso de su época. La autoridad de Nabucodonosor era de tal magnitud que “a quien quería mataba, y a quien quería daba vida” (Daniel 5:18-19). Sin embargo, Dios lo humilló y le quitó completamente su poder durante siete años.
Tal vez lo más difícil de entender acerca del sufrimiento es cuando éste llega y no sabemos por qué. Debemos entender que hay tragedias que pueden ocurrir sin que podamos prevenirlas, ni controlarlas. En tales circunstancias las Escrituras nos exhortan a orar, a pedirle a Dios que quite o que alivie un poco el problema o que nos ayude a afrontar la dificultad y sacar provecho de ella. En su sabiduría, nuestro Creador no siempre nos da la respuesta que queremos. Es raro que nos revele la razón específica de las decisiones que toma. Sin embargo, siempre tiene buenas razones. Por ejemplo, Dios liberó al apóstol Pablo de muchas dificultades, pero al menos en una ocasión no lo hizo, a pesar de las súplicas de Pablo (2 Corintios 12:7-10). En esa ocasión su respuesta a Pablo fue: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. En ese caso, fortalecer un aspecto espiritual de la perspectiva de Pablo o de su carácter era más importante que su bienestar físico. Este ejemplo debe ayudarnos a entender que la perspectiva de Dios es distinta de la nuestra (Isaías 55:8-9; 2 Pedro 3:8).
Necesitamos estar conscientes de que Dios nos ha prometido no probarnos más allá de lo que podemos resistir (1 Corintios 10:13). Pablo nos dio un ejemplo extraordinario. Simplemente confió en la sabiduría de Dios y decidió con- tinuar haciendo la labor que lo había llamado a hacer.
Si estamos abrumados por el sufrimiento y Dios no nos lo quita —especialmente cuando las circunstancias se escapan de nuestro control— debemos seguir el consejo sabio que nos da Pedro: “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” (1 Pedro 4:19). Tenemos libertad para manejar nuestro automóvil descuidadamente o después de haber bebido demasiado, libertad para llenar de toxinas nuestro medio ambiente, libertad para comer sin cuidar nuestra salud. Cada uno de nosotros tiene esta libertad, y lo mismo ocurre con todos nuestros semejantes. Todas nuestras acciones —y las de ellos— tienen consecuencias. La libertad para escoger es un regalo maravilloso, pero también nos impone una gran responsabilidad que no hemos cumplido muy bien, como lo evidencia nuestro mundo doliente. Aquellos que resultan heridos o muertos en accidentes o en desastres naturales, con frecuencia son víctimas inocentes. No todo el sufrimiento es consecuencia de la desobediencia personal o de un comportamiento irresponsable de la persona que sufre. Aun en los Diez Mandamientos Dios nos recuerda que las consecuencias de nuestras acciones erróneas pueden afectar a nuestros descendientes por varias generaciones (Éxodo 20:5).
Con frecuencia, la causa específica de cierto sufrimiento no puede ser explicada, al menos no en esta vida. A veces lo mejor que podemos hacer es explicarlo según el concepto que en la Biblia se menciona como “tiempo y ocasión” (Eclesiastés 9:11). Aunque Dios no es quien causa los accidentes, tampoco se dedica a gobernar la vida de cada ser humano hasta el punto de impedir toda desgracia. Pablo nos dice que “. . . vemos por espejo, oscuramente” (1 Corintios 13:12). En esta vida nunca enten- deremos completamente algunas cosas; sólo las entenderemos en el mundo venidero.
Al pecar, Adán escogió apartarse de Dios, y desde entonces el resto de la humanidad ha seguido el mismo camino. Por haber comido del arbol de la ciencia del bien y el mal, luego el hombre cree tener la sabiduria de elegir sin la ayuda de Dios ; “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). Como Dios le explicó a la antigua nación de Israel, la libertad de escoger es esencial para el desarrollo de un carácter justo (Deuteronomio 30:15-19). Sin la libertad de escoger, no seríamos más que robots, con nuestra conducta programada de antemano o dictada en todos sus detalles por una fuerza externa tan poderosa como Dios mismo.Pero esto no es lo que Dios quiere. Él tiene expectativas diferentes porque tiene un propósito más grande para nosotros. Quiere que escojamos obedecerle desde el fondo de nuestro corazón. Quiere que amemos y valoremos sus principios y sus caminos, los cuales están basados en dos principios fundamentales: amarlo a él con todo nuestro corazón, y amar a nuestros semejantes tanto como nos amamos a nosotros mismos (Mateo 22:35-40).
Una de las consecuencias de la decisión que la humanidad tomó de vivir contrariamente a las instrucciones de Dios, es que el mundo está a merced de los caprichos del “tiempo y ocasión”, y de las acciones de otros. Este patrón prevalecerá hasta que Jesucristo regrese a establecer el Reino de Dios en la tierra. Entonces el mundo entero será lleno del conocimiento de Dios y de sus justas leyes (Isaías 11:9). Finalmente, toda la humanidad podrá vivir en un mundo justo y recto.

El papel que desempeña Satanás en el sufrimiento humano

En muchos grupos sociales no está de moda creer en Satanás; y aunque para la mayoría el existe, no lo consideran como un ser vivo literalmente. Para muchas personas el “diablo” no es más que una metáfora de la inhumanidad del hombre para con su prójimo, o un símbolo de la maldad en general.
No obstante, en la Biblia se presenta a Satanás como a un ser real, un poderoso ser espiritual que puede hacer mucho daño. Y puesto que tantas personas no creen en un diablo real, tampoco reconocen el papel que desempeña en el sufrimiento humano. En la Biblia se nos revela claramente la magnitud del poder y la influencia de Satanás. El apóstol Juan nos dice que el diablo Apocalipsis 12:9 “Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él.”; su engaño de la humanidad es la causa principal de la angustia y la desgracia que ago- bian a nuestro mundo. bajo el maligno” ( 1 Juan 5:19). Y cuando el apóstol Pablo escribió que “el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo”, El se referia a Satanás (2 Corintios 4:4).
El apóstol Pedro les advirtió a los cristianos que su adversario “el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). En la parábola del sembrador y la semilla, Jesús dijo que tan pronto como a muchas personas se les expone el mensaje de Dios, “en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones” (Marcos 4:15). Este malévolo ser, ciega a la humanidad para que no reciba el consuelo, el estímulo, las promesas y la liberación que provienen de la verdad de Dios. A lo largo de la historia la influencia del diablo ha llevado al hombre a satisfacer sus apetitos físicos de una manera ilegal e inmoral. Utilizó sus artimañas con éxito en el huerto del Edén y desde entonces su estrategia ha funcionado maravillosamente.
Jesús dijo que el diablo “ha sido homicida desde el principio” (Juan 8:44). Su propósito siempre ha sido hacernos la vida miserable y, finalmente, destruirnos. Es destructivo por naturaleza, y quienes cometen actos destructivos lo siguen sin saberlo. _ En Apocalipsis 9:11 se le llama el “ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión”. Estos nombres significan “destrucción” y “destructor” respectivamente. A diferencia de Dios, quien es el creador y dador de la vida, Satanás es por su propia naturaleza asesino y destructor. Al leer estos pasajes podemos darnos cuenta de que Satanás ejerce un tremendo poder sobre la humanidad. Dios, sin embargo, establece límites al poder e influencia que el diablo puede ejercer entre los hombres (Job 1:12; 2:6). Dios no permitirá que Satanás impida el cumplimiento de su plan maestro de salvación para la humanidad. Siendo nuestro Padre y “Señor del cielo y de la tierra” (Mateo 11:25).
Dios diseñó a los seres humanos de tal forma que pudieran tomar decisiones. Sin embargo, nunca hemos aprendido a tomar decisiones que siempre sean sabias y bien informadas. No hemos aprendido a manejar efectivamente nuestras emociones, motivaciones y deseos, ni tampoco la influencia que todo esto ejerce en nuestras decisiones. Dios había colocado dos árboles en el jardín. Uno era el árbol de la vida y el otro era el árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 2:9). Dios le dijo a Adán que podía tomar del primero, pero que no debía tomar del segundo. “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” ( 16-17).
Como se nos explica en el Apocalipsis, el árbol de la vida simbolizaba la obediencia a Dios (Cristo); que finalmente nos conduciría a la vida eterna (Apocalipsis 2:7; 22:1-2). El otro árbol —el del conocimiento del bien y del mal— representaba el rechazo del camino de Dios. Esta elección conduciría finalmente a la muerte.
Eva, al ser tentada por la serpiente, ejerció el libre albedrío de una manera imprudente, y fue engañada (2 Corintios 11:3). Dejó que su percepción humana le desviara de la obediencia a las instrucciones de Dios. Aunque el apóstol Pablo nos dice que Adán no fue engañado (1 Timoteo 2:13-14), permitió que su esposa lo persuadiera para que la acompañara en su desobediencia a Dios (Génesis 3:17).
Elegir entre las bendiciones y las maldiciones

Cerca de 2500 años después de Adán y Eva, Dios les ofreció a los israelitas un descanso real del sufrimiento. Comenzó a trabajar con ellos mientras estaban todavía en esclavitud en Egipto. Prometió no sólo liberarlos de la esclavitud, sino darles además la oportunidad de ser una nación que otras querrían imitar (Deuteronomio 4:5-8).
Como parte de su pacto con Dios, ellos tendrían que obedecerlo (Éxodo 19:5). Les dio instrucciones acerca de los preceptos fundamentales de su ley espiritual y eterna: los Diez Mandamientos (Éxodo 20; Deuteronomio 5). Les dio leyes y estatutos adicionales, los cuales encontramos especialmente en los cinco libros escritos por Moisés (el Pentateuco). _ Dios les dio a elegir entre la vida y la muerte , la bendición y la maldición...Desgraciadamente, Israel desobedeció y tuvo que afrontar las consecuencias de miseria que Dios le había advertido. Entre éstas estaban catástrofes agrícolas, pobreza, problemas familiares, falta de salud, crímenes y violencia, derrotas militares e incluso el cautiverio. Después de varios siglos en que los israelitas ejercieron su libertad de elección —durante los cuales eligieron continuamente rechazar los caminos de Dios y hacer las cosas a su manera— fueron sometidos nuevamente al cautiverio. Podemos ver que el origen de muchas tragedias y mucho sufrimiento han sido nuestras acciones y decisiones humanas. En un mundo con libertad de elección, algunas decisiones necesariamente nos conducen a resultados nefastos y dolorosos.
Muchas personas reconocen la realidad del dicho: “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”, pero no saben que esto lo dice la Biblia (Gálatas 6:7). Hace miles de años uno de los amigos de Job —no ajeno al sufrimiento— dijo que aquellos “que aran iniquidad y siembran injuria, la siegan” (Job 4:8).
Cuando analizamos el fenómeno del sufrimiento, podemos aprender mucho si seguimos las circunstancias hasta encontrar su causa. _ Proverbios 22:3 nos exhorta a que reflexionemos acerca de las consecuencias que tendrán nuestras acciones a largo plazo: “El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias”; Las naciones y los individuos sufren mucho debido a la ignorancia y a la desobediencia a las mismas leyes espirituales que Israel desobedeció. Los mandamientos de Dios son preceptos vivos, con aplicación universal, que cuando se obedecen traen beneficios y cuando se desobedecen traen castigo. Las Escrituras nos dicen que aquellos que aman la ley de Dios tienen “mucha paz” (Salmos 119:165), pero el camino del impío y del infiel es muy difícil (Proverbios 13:15).
Como no podemos evitar todo el sufrimiento, debemos tener en mente que puede en ocasiones producir buenos resultados. Es más fácil soportar el dolor cuando lo vemos como un desafío que cuando pensamos que es una maldición insoportable. Claramente, la Biblia enseña que la adversidad puede producir buenos resultados. Aunque Jesús fue el Hijo de Dios, “por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:8-9). Dios nos revela que el sufrimiento tiene un propósito muy noble: Debe ayudarnos a crecer en amor fraternal. “Sobrellevando los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2). Cuando nuestra preocupación fluye hacia otros, el sufrimiento, por indeseable y doloroso que sea, puede ser una experiencia provechosa. Aprendemos la verdad de que “ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apaci- ble de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11).

No estamos diciendo que debemos sufrir lo que podemos evitar. Pero si no podemos evitarlo, necesitamos aprender a hacer frente al sufrimiento y, si es necesario, aceptarlo. Si no aprendemos a hacer esto, nuestras dificultades pueden convertirse en problemas mayores, si como resultado de la ansiedad que generan tomamos decisiones que alteren completamente nuestra vida. La Biblia nos dice que Dios permite el sufrimiento porque tiene un propósito divino. Los cristianos saben que nuestro Salvador, Jesucristo, sufrió y murió por nosotros y debemos seguir sus pisadas, incluyendo el sufrimiento (1 Pedro 2:21). _ Jesús soportó la agonía y murió para que Dios pudiera perdonarnos nuestros pecados y darnos vida eterna, durante la cual reinaremos con Cristo (Apocalipsis 5:10). Saber esto puede ayudarnos a afrontar mejor los problemas que tengamos en la vida. _ Pablo nos recuerda que “si sufrimos, también reinaremos con él” (2 Timoteo 2:12). Cristo va a regresar a la tierra para gobernar y, al final, poner fin a toda tristeza y sufrimiento. Fundamentalmente, el evangelio fue un mensaje de buenas noticias acerca del Reino de Dios (Marcos 1:14-15), el cual Jesucristo establecerá a su regreso....y debemos de Perseverar en la Fe que es la gracia regalo de Dios.... Tu hermano de siempre Hector Peguero.

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