domingo, 20 de julio de 2014

     “ FE EN CRISTO
 
La fe es el lazo que nos une a Cristo. El punto de unión con él. Nuestra adhesión voluntaria a su persona y a su misión histórica libe­ radora. Es comprometernos con Cristo y con su causa. Creer en Cristo es esforzarse en seguir sus pisadas. Es fiarse de él; estar seguros de que nunca nos fallará. Creer es esperarlo todo de él. Es no sentir miedo ante el futuro y la muerte, porque sabemos que él siempre estará con nosotros. Creer es sentirse pequeño, pero fuerte en Cristo. Creer es verle hoy presente en todos los hombres, especialmente en los más ne­ necesitados y en los más comprometidos. Creer es vivir la hermandad que nos ganó Cristo y luchar para que cada vez seamos más auténtica­ mente hermanos. Creer en Jesucristo es amarle en el prójimo, de obras y de verdad. Es comprometerse como él en la liberación de los oprimidos.
  CRISTO SE MANIFIESTA EN NUESTRA DEBILIDAD
Todo lo bueno viene de Dios
La Gracia, la Vida, al Amor verdadero, Cristo es todo. Hemos visto que él es el Señor, el Hijo de Dios, a quien le ha sido dado todo poder (Mateo 28,18). Todo lo bueno que se hace en el mundo viene de Dios, aunque la gente no se dé cuenta. Él es el que da el deseo de hacer cosas buenas y el poder de realizarlas. Todo crecimiento en el amor, en la unidad, en la verdad o en la libertad humana viene de él.
Nadie puede atribuirse nada, sino lo que le haya sido dado por Dios. (Juan 3,27)
No cuentan ni el que planta ni el que riega, sino el que obra el crecimiento, que es Dios. (1 Corintios 3,7)
Dios es el que produce en ustedes tanto el querer como el actuar, con miras a agradarle. (Filipenses 2,13)
Es más, ni siquiera podemos acercarnos al mismo Jesús, si no es atraídos por el Padre. Por nuestra propia cuenta no podemos ni­ pronunciar su Nombre:
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae mi Padre que me envió. (Juan 6,44)
Nadie puede decir: “Jesús es el Señor”,sino guiado por el Espíritu Santo. (1 Corintios 12,3)
La grandeza de la Redención no depende de nuestros propios méri­ tos:
Dios se guarda su libertad; su plan no depende de los méritos de alguno, sino de su propio llamado. (Romanos 9,12).
Por todo esto se comprende que Dios tenga preferencia por los que se sienten débiles y pequeños delante de él. Los que tiene corazón de pobre son los elegidos por Dios para desarrollar a través de ellos las maravillas de su Amor. Por eso Cristo llama felices a los que se sienten pobres y necesitados de él (Mateo 5,3). Jesucristo se manifiesta en los que aceptan la realidad de su pequeñez y su debilidad.




Jesús prefiere a los que se sienten pequeños
Por todo esto se comprende que Dios tenga preferencia por los que se sienten débiles y pequeños delante de él. Los que tiene corazón de pobre son los elegidos por Dios para desarrollar a través de ellos las maravillas de su Amor. Por eso Cristo llama felices a los que se sienten pobres y necesitados de él (Mateo 5,3). Jesucristo se manifiesta en los que aceptan la realidad de su pequeñez y su debilidad.


Es de humildes reconocer nuestra pequeñez, pero sin dejar de reco­ nocer y aceptar también lo mucho que Cristo ha hecho en nosotros. Nadie puede decir que no tiene pecado, a excepción de Jesús . Y el que diga lo contrario, vive en la mentira (1 Juan 1,8). Pero nadie puede decir tampoco que no es objeto de las maravillas del Amor de Dios. Pero para recibir su Amor hay que acercarse a él con la verdad en las manos: reconociendo nuestra condición de pecadores, como Pedro en la barca (Lucas 5,8), el capitán romano (Lucas 7,6-7) o el publicano en el templo (Lucas 18,13). En contra de toda postura de orgullo y de búsqueda de buena fama, debemos decir con Juan el Bautista..
Es necesario que él crezca y que yo disminuya (Juan 3,30)
Cuando me siento débil, entonces soy fuerte
Pablo se sentía contento de sus debilidades, precisamente porque gracias a ellas podía manifestares en él con más claridad la fuerza de Cristo:
  En cuanto a mí no me alabaré sino de mis debilidades... Precisamente para que no me pusiera orgulloso después de tan extraordinarias revelaciones, me fue clavado en la carne un aguijón, verdadero delegado de Satanás, para que me abofeteara. Tres veces rogué al Señor que lo alejara de mí, pero me respondió: “Te basta mi gracia; mi fuerza actúa mejor donde hay debilidad.” Con todo gusto, pues, me alabaré de mis debilidades, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me alegro cuando me tocan enfermedades, humillaciones, necesidades, persecuciones y angustias por Cristo. Cuando me siento débil, entonces soy fuerte. Por la gracia de Dios soy lo que soy y su bondad para conmigo no fue inútil. Trabajé..., pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo. (1 Corintios 15,10).
Reconocer nuestra debilidad y nuestra grandeza
Si queremos que Cristo sea nuestra Vida, tenemos que reconocer nuestra miseria y la necesidad absoluta que tenemos de él. Ante Dios somos pobres, ciegos y desnudos(Apocalipsis 3,17). Pero sin que ello nos de­ prima en anda. Dicen los obispos en el Concilio: “Nadie por sí y por sus propias fuerzas se libera del pecado, ni se eleva sobre sí mismo; nadie se ve enteramente libre de su debilidad, de su soledad y de su servidumbre, sino que todos tienen necesidad de Cristo, modelo, maestro, liberador, salvador y redentor”. La fe en Cristo nos capacita para poder mirar de frente nuestras debilidad y nuestra grandeza, las dos al mismo tiempo, sin depresión ni orgullo. Aún más: la fe en Cristo enseña a estar alegres de nuestra debilidad, pues en ella su poder se manifiesta y la fuerza del Resucitado.   Llevamos este tesoro en vasos de barro para que todos reconozcan la fuerza soberana de Dios y no parezca como cosa nuestra. (2Corintios4,7) Los caminos de Dios son muy distintos a los caminos de nuestro mundo aburguesado: Lo que los hombres tienen por grande, Dios lo aborrece. (Lucas 16,15)
Lo que estima Dios y lo que estima nuestra sociedad de consumo son dos cosas muy distintas. Ante Dios no vale más el que tiene más estudios, más poder, más plata o más fama. Sino el que con sencillez se deja llenar del Amor de Cristo, que es fuerza de servicio y de entrega desinteresada a La fe es algo muy importante en la vida del creyente. Recordemos que por gracia somos salvos por medio de la fe (Efesios 2:8-9); además sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). Y que el justo vivirá por la fe (Romanos1:17) demás. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. - Romanos 12:3
Dios repartió a todo creyente la medida de fe el día que nació de nuevo.  Efesios 2:8-9 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;  9 no por obras, para que nadie se gloríe.  El verso 9 en la Biblia de Jerusalén se lee así: “Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios”.
Dios le dio a cada creyente la medida de fe, cuando alguien nace de nuevo en ese momento la fe viene a su corazón.

Romanos 10:8-17
8 Más ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:
9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo. 
10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.  
11 Pues la escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. 
12 Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos lo que le invocan; 13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. 
14 ¿Cómo, pues, invocaran a aquel en el cual no han creído? ¿Y como creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y como oirán sin haber quien les predique?
15 ¿Y como predicaran si no fueren enviados? Como esta escrito: ¡Cuan hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! 
16 Mas no todos obedecieron al evangelio: pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” 
El día que nos predicaron el evangelio la fe vino a nosotros para poder recibir la vida eterna; en ese momento, cuando recibimos a Jesús vino la fe a nosotros.
2 Tesalonicenses 3:2 y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe.
Es evidente que no todas las personas tienen la fe sino solo aquellos que han recibido a Jesús.
El asunto es que si ya tenemos la fe como podemos hacer para aumentarla.
En nuestro pasaje de Romanos vemos que hay tres elementos para la fe:1.  El que da el mensaje
2.  El mensaje
3.  El Todo creyente sabe lo que significa luchar con la fe. ¿Tengo suficiente confianza en Dios? ¿Se hubiera sanado si yo hubiera confiado más en Dios? ¿No me ascendieron porque me faltó fe? Si realmente confío en Dios, ¿por qué tengo estos pensamientos inclementes? Tal vez el apóstol Pablo se refería a este conflicto cuando usó la frase: «La buena batalla de la fe» (1ª Timoteo 6.12). Para él, la batalla por la fe no estaba limitada al ministerio. Aunque las iglesias pioneras de Asia deben haber tenido muchos conflictos con la fe, la «buena batalla» de Pablo se refiere más a su relación total con el Señor Jesús.
Pablo admite que la fe ha sido una batalla, una buena batalla, cuando en los últimos momentos de su vida escribió desde la prisión, consciente de que podrían ejecutarlo en cualquier momento.

Quizá para nosotros sea un paso gigantesco aceptar el hecho de que existe algo llamado «buena batalla». La presente cultura no cree que haya mucho por lo que valga la pena luchar. Sin embargo, sí lo hay: la fe. Nada es imposible cuando se tiene fe, aunque sea Satanás emplea muchas estratagemas en su ataque sobre nuestra vida. Pero tal vez le sorprenda saber que el enfoque de su ataque está dirigido casi exclusivamente a nuestra fe. Él sabe muy bien que si puede quitarle la efectividad a su fe, usted será ineficaz. Quiere derrocar su fe (lea 2ª Timoteo 2.18). Satanás no será el causante de toda su lucha por la fe. Parte de ella será por su propia «naturaleza» humana. La fe requiere oír, tomar decisiones, arrepentirse y aprender. Estos son retos en los que no interviene el diablo. Como él sabe cuán difícil puede ser la «buena batalla de la fe», procura influir con sus mentiras en nosotros. Se nos puede engañar fácilmente, y como Satanás es ingenioso, resulta decisivo que asimilemos la Palabra de Dios para el cultivo, crecimiento y evaluación de nuestra fe. Nuestra fe se vivifica por medio de su Palabra (Romanos 10.17), y con ella peleamos contra el enemigo (Efesios 6.17). pequeña como una semilla de mostaza (Mateo 17.14–21). Tu hermano Hector Peguero.

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