domingo, 16 de noviembre de 2014

"EL  MITO DE LA MENSTRUACION EN LA RELIGION"
A través de la historia, especialmente países con raíces Judaicas y Eclesiásticos del Occidente, las mujeres fueron consideradas ritualmente impuras.

De acuerdo a la tradición judía, el flujo de sangre menstrual de una mujer la colocaba, regularmente, en estado de profanación ritual. Tabúes similares contra la menstruación existían en los círculos paganos griegos y romanos. A través de su manía anti-sexual, los Padres de la Iglesia agravaron los temores hacia la impureza ritual de las mujeres.Los líderes de la Iglesia temían que tal impureza pudiera profanar lo más sagrado del templo, el santuario y principalmente, el altar.En un clima donde a pasos agigantados, se vieron todos los aspectos del sexo y la procreación como manchados por el pecado, los teólogos consideraron que a una criatura impura como la mujer no podría encomendársele el cuidado de las realidades sagradas de Dios. Prohibiciones basadas en la presunta “impureza ritual” de las mujeres permanecieron en la ley oficial de la Iglesia por los últimos 700 años.
Conociendo la historia y la ignorancia de sus Lideres religiosos , no debe sorprendernos que encontremos que la gran mayoría de los Padres, canónicos, teólogos y Sacerdotes opinaban que a una persona “ritualmente impura” (Mujer con el Periodo Menstrual) no podría encomendársele el ministerio de la Eucaristía. El miedo judío a la contaminación por la sangre menstrual
Un texto clave del Viejo Testamento sobre la profanación por los períodos menstruales aparece en
Levítico 15:19-30 19 Y cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su carne, siete días estará apartada; y cualquiera que tocare en ella, será inmundo hasta la tarde.
20 Y todo aquello sobre que ella se acostare mientras su separación, será inmundo: también todo aquello sobre que se sentare, será inmundo.
21 Y cualquiera que tocare á su cama, lavará sus vestidos, y después de lavarse con agua, será inmundo hasta la tarde.
22 También cualquiera que tocare cualquier mueble sobre que ella se hubiere sentado, lavará sus vestidos; lavaráse luego á sí mismo con agua, y será inmundo hasta la tarde.
23 Y si estuviere sobre la cama, ó sobre la silla en que ella se hubiere sentado, el que tocare en ella será inmundo hasta la tarde.
24 Y si alguno durmiere con ella, y su menstruo fuere sobre él, será inmundo por siete días; y toda cama sobre que durmiere, será inmunda.
25 Y la mujer, cuando siguiere el flujo de su sangre por muchos días fuera del tiempo de su costumbre, ó cuando tuviere flujo de sangre más de su costumbre; todo el tiempo del flujo de su inmundicia, será inmunda como en los días de su costumbre.
26 Toda cama en que durmiere todo el tiempo de su flujo, le será como la cama de su costumbre; y todo mueble sobre que se sentare, será inmundo, como la inmundicia de su costumbre.
27 Cualquiera que tocare en esas cosas será inmundo; y lavará sus vestidos, y á sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la tarde.
28 Y cuando fuere libre de su flujo, se ha de contar siete días, y después será limpia.
29 Y el octavo día tomará consigo dos tórtolas, ó dos palominos, y los traerá al sacerdote, á la puerta del tabernáculo del testimonio:
30 Y el sacerdote hará el uno ofrenda por el pecado, y el otro holocausto; y la purificará el sacerdote delante de Jehová del flujo de su inmundicia.
El cual que contiene las siguientes fórmulas:
La mujer que padece un derrame, tratándose de su sangre, permanecerá en su impureza por espacio de siete días.”
Quien la toque será impuro hasta la tarde.”
Todo aquello en que se acueste (la mujer) durante su impureza quedará impuro, lo mismo que todo aquello sobre lo que siente. Quien toque su cama lavará sus vestidos y permanecerá impuro hasta la tarde. Quien toque un mueble cualquiera sobre el que ella se haya sentado, lavará sus vestidos, se bañará y quedará impuro hasta la tarde. Quien toque algo que esté puesto sobre el techo o sobre el mueble donde ella se sienta quedará impuro hasta la tarde.”
El que se acueste con ella, a pesar de su impureza, se contaminan con ella y queda impuro siete días; toda cama en que él se acueste será impura.”
Cuando una mujer tenga derrame de sangre durante muchos días, fuera del tiempo de sus reglas, o cuando éstas se prolonguen, quedará impura mientras dure el derrame de su impureza como en los días del derrame menstrual.”
Una vez que sane de su derrame, contará siete días quedando después pura. Al octavo día tomará para sí dos tórtolas o dos pichones y los presentará al sacerdote a la entrada de la Tienda de las Citas. Éste los ofrecerá, uno como sacrificio por el pecado y el otro como holocausto y hará el rito de absolución por ella ante Yawvé, por el derrame que la hacía impura.”
Ustedes pedirán a los hijos de Israel que se aparten mientras son impuros, para que no mueran a causa de sus impurezas, por haber contaminado mi Morada que está en medio de ellos.”
Estas leyes se hicieron más complicadas en la tradición rabínica que siguió. Las consecuencias para las mujeres fueron:
Cada mes, habían siete o más días durante los cuales ella estaba ritualmente impura.
Ellas necesitaban purificación luego de dar a luz; cuando nace un varón la madre estaba impura por 40 días, cuando es niña, son 80 días (Levítico 12:1-8).
El tabú de la menstruación en la cultura greco-romana
El tabú contra la mujer durante su embarazo y menstruación fue común entre muchas naciones en los siglos pre-cristianos. No tan sólo las mujeres eran consideradas “impuras” durante esos períodos, sino en peligro de contagiar su impureza a otros.
Esto lo notamos en los escritos de Plinio el Viejo, Historia Natural, libro 28:23, 78-80; libro 7:65. “El contacto con el flujo mensual de la mujer amarga el vino nuevo, hace que las cosechas se marchiten, mata los injertos, seca semillas en los jardines, causa que las frutas se caigan de los árboles, opaca la superficie de los espejos, embota el filo del acero y el destello del marfil, mata abejas, enmohece el hierro y el bronce, y causa un terrible mal olor en el ambiente. Los perros que prueban la sangre se vuelven locos, y su mordedura se vuelve venenosa como las de la rabia. El Mar Muerto, espeso por la sal, no puede separarse excepto por un hilo empapado en el venenoso fluido de la sangre menstrual. Un hilo de un vestido infectado es suficiente. El lino, cuando lo toca la mujer mientras lo hierve y lava en agua, se vuelve negro. Tan mágico es el poder de las mujeres durante sus períodos menstruales, que se dice que lluvias de granizo y remolinos son ahuyentados si el fluido menstrual es expuesto al golpe de un rayo.”
El tabú de la menstruación
Durante los primeros cinco siglos de la era cristiana, la parte de la Iglesia de habla griega y siriaca protegió a la mujer de los peores efectos del tabú de la menstruación. Las Constituciones Apostólicas repitieron este mensaje que defendía a la mujer en su menstruación. En el año 601 DC, el Papa Gregorio I endosó este enfoque. Las mujeres que menstrúan no debieran estar fuera de la iglesia o lejos de la santa comunión. Fueron los padres latinos quienes re-introdujeron una histeria anti-sexo en la moralidad cristiana. Empezó con Tertuliano (155-245 DC), quien declaró que aún los matrimonios legales estaban “manchados con la concuspicencia”. San Jerónimo (347-416 DC) continúo esta línea de pensamiento, enseñando que la corrupción se manifiesta en todo sexo y relación, aún dentro de matrimonios legítimos. "El matrimonio, con todo su sexo “sucio”, sólo vino luego de la caída por el pecado original". No es ninguna sorpresa que también Jerónimo sostuviera que los “fluidos menstruales” hacían impuras a las mujeres. Y también San Agustín (354-430 DC) decía que El “placer” durante la relación sexual fue igualado con la concupiscencia, entiéndase, con los remanentes del pecado. Aún en el matrimonio, el sexo era pecado, una “falta venial”. El “placer” [=concupiscencia] de la relación sexual es, de hecho, la forma en la cual se transmite el pecado original. La semilla humana está ahora corrompida. Ya en 241 DC, Dionisios, Arzobispo de Alejandría, escribió que “las mujeres que menstrúan no deben acercarse a la mesa sagrada, o tocar el Tabernáculo, ni ir a las iglesias, sino orar en otras partes.” En conclusión el mito de la menstruación se acogió en esas épocas solo por falta de conocimiento y educación, puesto que La menstruación es un proceso natural donde la mujer ya adulta produce un sangrado que elimina por causa de la depravación hormonal al final del ciclo femenino; ósea un proceso que Dios permite para que la mujer tenga la divina facultad de traer al mundo una nueva criatura….Dios te bendiga mujer!!!



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